Os dejamos el reportaje completo realizado por el periodista Alfredo Herrera Sánchez para «El Confidencial», en el que ANPO, a través de sus asociados, pudieron dar sus opiniones.
Las actrices Teresa López y Paloma García-Consuegra protagonistas de la obra de teatro ‘Gordas’. (Teatros Luchana – Madrid)
Se nos cae la piel a cachos y algunas tenemos tanto relieve en los muslos que parecen la cordillera Cantábrica», gritan dos actrices en el desenlace de la obra de teatro Gordas. “Otras tenemos que pedir el extensor para abrocharnos el cinturón cuando viajamos en avión, porque vosotros, como siempre y como en todo, os encargáis de recordarnos que no cabemos. ¡Miradme! Esto es un cuerpo real lleno de cicatrices por fuera, pero las de dentro son más jodidas, escuecen más porque dentro está oscuro y no corre el aire”.
Sin apenas escenografía y llegando a desnudar parte de sus cuerpos, Teresa López y Paloma García-Consuegra han interpretado en decenas de ciudades de toda España este texto escrito y dirigido por Carlos Mesa. Exponen y reflexionan sobre los problemas que sufren las personas con obesidad, centrándose en las consecuencias psicológicas que provoca la estigmatización social de la enfermedad. No le agradan los matches que encuentran en Tinder, se quejan de tener poco sexo y cuestionan lo difícil que es encontrar trabajo como “gordas”. Cuentan con humor cómo son o pueden ser sus vidas reales, esa que de alguna forma llevan millones de españoles, pues el 62,2% de los hombres y el 48% de las mujeres padecen sobrepeso u obesidad en este país, según datos de 2023 del Ministerio de Sanidad.
Quizás porque hay tantos españoles con problemas de peso, la obra va por su sexta temporada (dos en Barcelona y cuatro en Madrid), y acumula más de 150.000 espectadores. El aplauso copioso del público llega tras el monólogo final: “No existen los cuerpos perfectos, porque vuestra perfección no existe y la gente ahí fuera se está enfermando por intentar encontrarla. Yo me bajo de ese carro, no me interesa vuestra perfección porque me intereso yo, así, tal cual, con todas mis partes. Somos altas, bajas, gordas, flacas… Tenemos arrugas, granos y los párpados caídos. Tenemos una teta mirando para Cuenca y otra para Badajoz. Se nos marca el coño en los pantalones y nunca encontramos la talla que necesitamos, porque no estamos hechas para las tallas, somos demasiado únicas para que una talla nos defina. Gordas, eso somos. No pienso seguir luchando contra mí misma. Si queremos comernos este dónut, mira lo que hacemos”.
La obesidad podría ser un tema superado porque apenas se habla de ella, pero en realidad se mantiene como tabú para muchos. Al parecer, solo regresa de vez en cuando al debate público mediante una obra de teatro cargada de humor como esta, o una película como Gordos (2009). Ni siquiera a quienes más sufren la obesidad les resulta fácil hablar de ella y prefieren no dar declaraciones a los medios, explica Federico Moya, el presidente de la Asociación Nacional de Personas que viven con Obesidad (ANPO). “El problema empieza desde que se refieren a nosotros como ‘obesos’, porque a una persona con cáncer no le dices ‘canceroso’, como a una persona con diabetes desde hace años no se le llama ‘diabético’. Ese lenguaje contribuye a culpabilizar al paciente por su enfermedad. En una ocasión me llamaron de un medio para opinar de un paciente de obesidad que debía ir al hospital y los bomberos no podían sacarlo de su casa. Esas noticias nos hacen daño y entran dentro de la retórica que denunciamos”.
Qué es y cómo afecta el estigma
Los problemas sufridos por las personas con obesidad no siempre dependen de la dieta o la cantidad de ejercicio físico que practiquen. “Todo parte de una mala comprensión de la problemática, porque hay una creencia social de que la persona con obesidad se la ha provocado ella misma”, explica Santos Solán, un psicólogo especializado en este tipo de pacientes. “Se le atribuye una responsabilidad unipersonal por su estado de salud, cuando en realidad la obesidad es multifactorial. Puede depender de un montón de causas como la genética del paciente, las variables ambientales en que se desarrolle, su psiquis o su sistema endocrino. Una persona que coma poco y haga ejercicio puede sufrir obesidad por otros factores”.
Laura*, una madrileña de 34 años con obesidad de grado 2 desde hace 12años, por ejemplo, comenzó a engordar cuando falleció un familiar suyo y desarrolló una depresión que se combinó con una ansiedad desmedida por la comida. Ha logrado bajar de peso por cortos periodos, pero jamás ha vuelto a estar cerca de su rango ideal.
“Tengo una amiga con obesidad, como yo, y ahora está demasiado delgada por usar las inyecciones que te hacen bajar de peso rápido”, cuenta la joven residente en el barrio de Entrevías. “Yo no recuerdo haber sido discriminada por mi peso en mi trabajo o en mis relaciones personales. Mi problema es de salud, ya que hace poco tuve un infarto silencioso y mi presión arterial sigue disparada. Mi amiga sí lo ha pasado fatal y actualmente vomita casi todo lo que come, además de las inyecciones esas que no deja de ponerse. Eso es lo que provoca el sufrimiento de ser gordo”.
Solán aclara que no existe evidencia científica que respalde estereotipos comúnmente asociados a las personas con obesidad: “No son ni más perezosas, ni más indisciplinadas o descuidadas con su higiene que una persona con un cuerpo normativo. Pero todos esos prejuicios están tan arraigados en la sociedad que los mismos pacientes terminan aceptándolos. Por eso muchos se autodevalúan, pierden fuerza de voluntad y se maltratan a sí mismos. Eso se traduce en barreras que retrasan la pérdida de peso, como la depresión, el estrés y la ansiedad, que a su vez derivan en autoestima baja, aislamiento social y mayor consumo de alcohol y otras sustancias”.
En otras palabras, estas personas de cierta forma terminan lidiando con dos “enfermedades”: la obesidad y la percepción que se tiene de ella. Además de las graves consecuencias que genera la obesidad en la persona que la padece a nivel psicológico y fisiológico, se ha normalizado tratarlas peor por su apariencia física, lamenta Solán. “Esto solo ocurre con humanos. En un estudio con ratas, por ejemplo, las obesas no son discriminadas por su entorno. Si una persona con un cuerpo normativo se pone un disfraz lo suficientemente convincente notaría cómo la gente la miraría diferente. Sería maltratado hasta en centros sanitarios y tendría menos probabilidades de que se le contrate en un trabajo”.
Solán cree que todos ejercemos al menos un poco de gordofobia, porque son patrones que hemos asumido desde pequeños a través de personajes de cine y televisión. “El gordo en cualquier ficción es el gracioso o el malvado, y rara vez vemos a un protagonista de cuerpo grande. Petancas, una de las hormigas de El Hormiguero, siempre hace bromas de lo mucho que come y de lo vaga que es”.
Cuidado con lo que ves
Según un reciente informe de la organización sin ánimo de lucro Observatorio de la Diversidad en los Medios Audiovisuales (ODA), los personajes con “corporalidades no hegemónicas” apenas superan el 9% de los más de 1.700 analizados en un centenar de filmes y casi 80 series españolas. “Resultan preocupantes los estereotipos presentes en el audiovisual en torno a la diversidad corporal: los hombres gordos aparecen definidos por su pasión por la comida y las mujeres por la relación con su cuerpo. Además, películas como La virgen roja o series como Las abogadas han borrado la gordura de figuras históricas, un adelgazamiento de referentes que contribuye a perpetuar imaginarios gordófobos”, precisa el estudio.
Este fenómeno denunciado por la ODA refuerza la caída en desgracia que ha tenido el body positive como tendencia en los cuerpos más mediatizados. La aparición de fármacos como el Ozempic, que de cierta forma han viabilizado adelgazamientos que antes costaban meses o años, también ha condicionado que muchos famosos se decanten nuevamente por cuerpos estilizados y socialmente aceptados.
«Lo peor es que al tratarse de una enfermedad crónica, el cuerpo se opone a adelgazar»
Consultado sobre los miles de videos que se han viralizado en redes sociales con cambios físicos de personas, Solán aclara que muchos tienden a la idealización. Los considera “una mala publicidad” para el problema de la obesidad porque ponen el foco en la pérdida de peso, aunque muchas de esas personas seguirán teniendo un cuerpo que no sea justa al ideal estético. “Lo peor es que al tratarse de una enfermedad crónica y recidivante (que reaparece), el cuerpo se opone a esa transformación y todo progreso puede deshacerse con facilidad”.
Así le ocurrió a César Julio Arencibia, un joven que atiende a este diario vía telefónica desde El Médano, en la isla canaria de Tenerife. Allí tiene que luchar cada día contra el sedentarismo que le provoca teletrabajar mientras padece obesidad grado 1. Hipertenso desde los 18 años, sabe loque significa recuperar su peso ideal y gozar de una mayor calidad de vida, pero le ha sido imposible mantener esos avances a largo plazo. Casi una década atrás, cuando intentó adelgazar por primera vez, sufrió una gastritis crónica por los trastornos alimenticios que le generó una dieta demasiado estricta.
“Hace cuatro años logré alcanzar un buen peso, pero me lesioné una rodilla haciendo deporte, estuve en cama durante meses en distintos periodos y volví a engordar”, detalla el ingeniero informático de 29 años. “Todo es un bucle, si pudiera hacer más cosas con la rodilla bajaría de peso, pero eso es lo que necesito para poder ejercitarla. Aquí intento hacer senderismo con regularidad y cuando vivía en Madrid caminaba mucho. Debería pesar 85kilogramos y estoy en 117. Lo más importante es aceptar que tienes un problema y hacer todo lo posible por erradicarlo, incluyendo perdonarte por la culpa que crees que puedes tener. En cuanto a las relaciones personales la obesidad nunca me ha impedido encontrar pareja, aunque sí aumentaba mi timidez cuando era adolescente y me costaba acercarme a las chicas”.
Discriminados por compañeros de trabajo y parejas
Solán ha tratado a pacientes varones adolescentes que, como “no quieren intimar con otros gordos”, evitan a chicas con sobrepeso u obesidad. “Muchas pacientes son utilizadas con fetichismo porque existe la creencia de que pertenecen a una clase emocional más baja. Eso provoca que estas mujeres se predispongan a tener pareja o relaciones sexuales, o simplemente normalizan el maltrato tras asumir cierta inferioridad moral. Al final sienten que la sociedad los rechaza porque su valor como persona depende de la forma de su cuerpo. Todo lo anterior se puede traducir también en relaciones tóxicas de pareja”.
Una de las escenas de la obra Gordas expone la experiencia de mujeres con sobrepeso u obesidad ligando en discotecas o a través de aplicaciones de citas. En la primera intentan llamar continuamente la atención de cualquier hombre que les ayudara a saciar su deseo sexual, y en el segundo eran objeto de proposiciones degradantes. Todos los diálogos daban la sensación de estar pidiendo intimidad como un favor.
La obesidad causa muchas dificultades para encontrar pareja o tener una “noche loca”, explica Jorge Medrano desde Castelldefels, quien a sus 64años presume de haber bajado 50 kilogramos gracias a una operación bariátrica. “En el caso de las amistades, ahora es menos problemático, pero cuando era joven y apenas podía realizar ejercicios porque me agotaba muy pronto, quedaba al margen de todas las actividades deportivas que se organizaban en mi entorno. Por otra parte, al tener que ponerte un pantalón corto o bañador en la playa con un problema de obesidad, es prácticamente impensable no sentir pudor, vergüenza o incomodidad al compartir con alguien. En el trabajo, dependiendo del puesto al que accedas, serás visto como un bicho raro, porque nadie quiere a una persona voluminosa en la recepción de un hotel, por ejemplo”.
El 54% de los adultos con obesidad son objeto de alguna estigmatización en el entorno laboral
El método escogido por Medrano para luchar contra la enfermedad suele verse como última salida. “La mayoría de las personas que llegan a consulta por cirugía bariátrica tienen entre 30 y 50 años, o más, y ya han pasado por múltiples intentos de bajar de peso sin éxito sostenible”, detalla Fátima Sabench, presidenta de la Sociedad Española de Cirugía de la Obesidad y de las Enfermedades Metabólicas. “Empiezan a sentir con fuerza las consecuencias físicas y emocionales de la obesidad.
Predominan las mujeres, que representan aproximadamente dos tercios de quienes buscan este tipo de intervención; no necesariamente porque sean quienes más la necesitan, sino porque son quienes suelen tomar la iniciativa de buscar ayuda profesional. La obesidad en España ya no solamente se concentra en colectivos con un limitado nivel educativo y económico, sino que atraviesa distintos estratos sociales, afectando también a personas con estudios medios y/o avanzados y con recursos”.
Amaya Prado, psicóloga educativa con amplia experiencia en la atención a personas con sobrepeso u obesidad, señala que los entornos digitales acogen mejor determinados actos de gordofobia. “No es que las personas con obesidad tengan métodos especiales para ligar, pero muchas veces desarrollan ciertas estrategias adaptativas basadas en el humor o el carisma para acercarse a otras personas. El peso de estas personas no es lo que reduce su vida sexual, sino la discriminación y el estigma que padecen por sus cuerpos. Es verdad que la obesidad puede afectar la vida sexual al estar más cansados o que haya determinadas posturas que no puedan ejecutar, pero en general pueden tener relaciones sexuales como cualquier otra persona”.
La experta aclara que, según la evidencia científica, la obesidad no obliga a nadie a trabajar menos ni deteriora por sí misma la capacidad laboral de quien la padece, aunque la obesidad severa sí puede acarrear dolencias y limitaciones físicas. El entorno de quienes sufren esta enfermedad, matiza,
sí degrada los medios que puedan buscar para ganarse la vida. “Como muchas veces se cuestiona su posible rendimiento laboral, las personas con obesidad están sobrerrepresentadas en puestos de menor responsabilidad de algunos sectores. Otro problema consiste en la mala ergonomía, por la falta de espacios adaptados, las sillas pequeñas o los equipos incómodos que generan barreras innecesarias. Es tan fuerte la influencia del entorno, que la mayor cantidad de bajas laborales de las personas con obesidad no responden a problemas físicos, sino a psicológicos”.
Los datos de la Organización Mundial de la Salud indican que el 54% de los adultos con obesidad son objeto de algún tipo de estigmatización en el entorno laboral. Reciben un trato desigual, enfrentan peores condiciones de contratación y tienen menos ascensos y salarios más bajos, añade Solán. “Sufren también más acoso escolar y comentarios despectivos por parte de profesores o entrenadores deportivos. En la familia suelen experimentar comparaciones con otros miembros que no tienen sobrepeso, además de ridiculizaciones con respecto a la comida que consumen”.
*Nombre cambiado para proteger la identidad de la persona.