Un estudio publicado recientemente en el Journal of the National Cancer Institute ha encontrado que no toda la grasa corporal afecta de la misma manera a nuestra salud. Más allá del peso o del índice de masa corporal (IMC), la forma en que la grasa se distribuye en el cuerpo puede influir en el riesgo de desarrollar distintos tipos de cáncer.
Los investigadores analizaron a miles de personas durante varios años, comparando diferentes patrones de distribución de grasa. Los resultados fueron claros: la grasa que se acumula en la zona abdominal —especialmente la llamada grasa visceral— está más asociada a un mayor riesgo de ciertos tipos de cáncer, como los de colon, páncreas, riñón, hígado y mama posmenopáusico.
Pero ¿qué significa esto exactamente?
- Grasa abdominal o visceral: Es la que se acumula alrededor de los órganos internos. Es metabólicamente activa, lo que significa que puede alterar procesos hormonales e inflamatorios en el cuerpo. Según el estudio, este tipo de grasa está fuertemente relacionada con un mayor riesgo de cáncer.
- Grasa subcutánea: Es la que se encuentra justo debajo de la piel, en zonas como las caderas, glúteos o muslos. Aunque también tiene implicaciones metabólicas, parece ser menos dañina en términos de riesgo oncológico.
- Distribución corporal mixta: Algunas personas presentan una combinación de ambos tipos de grasa, lo que puede generar riesgos intermedios, dependiendo del estilo de vida, la genética y los factores hormonales.
Desde ANPO (Asociación Nacional de Personas que Viven con Obesidad), consideramos que estos resultados son tan importantes como preocupantes, porque muestran que la salud no depende solo del peso, sino de cómo está distribuida la grasa corporal y de los hábitos que mantenemos.
“Comprender cómo la grasa afecta a nuestro cuerpo puede ayudarnos a tomar decisiones más informadas sobre nuestra salud. No se trata de buscar un ideal físico, sino de conocer mejor los riesgos y cuidar nuestro bienestar desde un enfoque integral y libre de estigmas”
Los especialistas insisten en que no hay que alarmarse, sino actuar con información y acompañamiento médico. La práctica de actividad física regular, una alimentación equilibrada y el control médico periódico son herramientas fundamentales para reducir los riesgos asociados a la obesidad.
En ANPO seguiremos difundiendo investigaciones que ayuden a entender la obesidad desde la ciencia y no desde el prejuicio, promoviendo una visión más humana, empática y basada en la evidencia.
